Nuestra habitación da a las callecitas del pueblo, que se entrecruzan y tienen negocios con figuras provenzales, ramos de flores secas y cuadros expuestos en la vereda.
La feria del viernes, con chacinados, vestidos estampados y quesos de todo tipo, me entretiene buena parte de la mañana.
Nos alojamos en el bellísimo Hôtel Le Moulin, un antiguo molino frente al castillo, en la entrada al pueblo, con una calle exclusiva para estacionar y cerca de la Église Saint-André et Saint-Trophime, que hace sonar sus campanas..